jueves, 4 de diciembre de 2014

La paradoja de una vida construida en Whatsapp

La experiencia que tuve hoy en mi oficina en horas de la tarde fue la gota que rebosó el vaso. Es más, no fui yo la primera en darse cuenta de la patética escena: ocho personas de una misma oficina mueren de risa, cada una al frente de sus celulares. Los ocho conversábamos entre sí en un grupo de whatsapp, pero ninguno nos mirábamos a los ojos. Fue una de nosotros quien dijo “Miren a qué hemos llegado”. Peor aún fue que ninguno de nosotros soltó el celular, y mantuvimos la conversación como si nadie hubiera pronunciado palabra.

Hoy mismo, unas horas antes. Un colega me pregunta por una opinión sobre un artículo, y en mi mente tengo toda una idea construida que se hace muy difícil de plasmar en un chat. Y efectivamente no la logro plasmar del todo. Pero el chat nos da la facilidad del multitasking (entiéndase hacer mil cosas más mientras hablo con alguien a medias), y la opción preferida por todos es el “después hablamos con calma”. Y así fue, después hablaremos. Supongo. Todos sabemos que ese “después” en realidad es “nunca”.

Este año, varios días antes. La sensación de malentendido que me invadía con una de las personas más allegadas a mí era insostenible. La sensación de que era urgente una verdadera conversación. Sin embargo, una de las emociones que más fácil se puede esconder por Whatsapp es el orgullo, y eso fue lo que pasó. Por muchos días, fueron conversaciones a medias por un insulso Whatsapp, siempre evadiendo el verdadero meollo de la conversación. Pero lo bizarro fue que por uno de los mismos insulsos Whatsapp salieron todos los trapitos al sol, y el problema se pudo resolver.

Siglo XXI, hace ya un poco más de un año. Whatsapp me permitió conocer vía escrita a una de las personas que más quise en mi vida. En esa ocasión, me dio la falsa creencia de tenerlo todo. Increíblemente, eso me bastaba en ese entonces, aunque sabía que no duraría para siempre. Pero en últimas, no tenía nada de lo verdaderamente esencial, de lo realmente necesario, y aceptarlo fue un aterrizaje forzado en tierra pedregosa. Precisamente, fue la misma lejanía del Whatsapp el perfecto corrector de un mundo de emociones que se enterraron en la cotidianidad de las letras.

Aterrador todo. Ese es el único pensamiento que logro tener después de reflexionarlo un poco.

Whatsapp ha sido la herramienta más irónica de mi vida. Bueno, los chats en general. Ha sido creador de malentendidos, de amistades, de confabulaciones. Pero al final no tienes nada, ni de lo bueno ni de lo malo. Nadie oye tu risa a menos que escribas “jajaja”. No sientes el abrazo que tanto añoras cuando te escriben “un abrazo”. Si te insultan, ni te desgastas en tomarlo en serio. Nadie comprende las emociones detrás de las letras que escribes excepto tú mismo. Se crea una falsa sensación de empatía con el otro, y te da la oportunidad de ser quien quieras ser, indistintamente de si eso corresponde a la realidad o no. De refugiar las propias inseguridades en letras vacías de emoción.

Al menos a mí, la sensación de frustración me sobrepasa hoy. La sensación de frustración derivada de que no solamente los demás, sino también yo misma, perdimos el interés en las relaciones personales de tú a tú, y  nos refugiamos en el ensimismamiento del ícono verde y blanco con un teléfono dibujado. Me permea el sentimiento de impotencia, de abrir los ojos y notar que la soledad está más presente que nunca en nuestras vidas. Pero no hablo de la soledad en el sentido físico, sino del tipo de soledad en que deseas hablar con alguien para desahogarte y lo que tienes es un listado de personas, pero no a alguien.

De repente recuerdo la película Wall-e, en aquella escena aterradora pero increíblemente visionaria, en que todos los gordos seres humanos sobrevivientes del contaminado planeta tierra son incapaces de pararse de una silla voladora y coordinan sus vidas a través de la pantalla que tienen al frente suyo. Me niego a vivir en el mundo creado por Pixar en la película Wall-e. Pero qué triste es admitir que no estamos demasiado lejos de esa realidad.


Adriana.

.

1 comentario:

  1. Hola Adriana. Es extraño leer toda esta entrada desde este lado, ya sabes, es difícil no sentir emociones encontradas. Sobre todo porque tienes razón en todo.

    Un pequeño aporte: A veces, a través de las palabras, podemos transmitir muchísimo sentimiento de por medio. Incluso más de lo que uno mismo es consciente.

    Te mando un abrazo, uno de verdad, con palabras pero que vaya cargado con voluntad para que llegue a su destino. Sonríe siempre, no te dejes abrumar nunca por esa sensación de soledad que comentas, y estoy seguro que siempre tendrás entre tus contactos gente que de verdad te escuchará, o te leerá, como podría ser mi caso.

    PD. Como siempre muy bien redactado, como todas tus demas demás entradas del Blog.

    ResponderBorrar